Cuando esté duro mi corazón y reseco,
baja a mí como un chubasco de misericordia.
Cuando la gracia de la vida se me haya perdido,
ven a mí con un estallido de canciones.
Cuando el tumulto del trabajo levante su ruido en todo,
cerrándome el más allá, ven a mí,
Señor del silencio, con tu paz y tu sosiego.
Cuando mi pordiosero corazón
esté acurrucado cobardemente en un rincón,
rompe tú mi puerta, Rey mío,
y entra en mí con la ceremonia de un rey.
Cuando el deseo ciegue mi entendimiento,
con polvo y engaño,
¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor!
Rabindranath Tagore
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