Si te preguntan por un gato
Mis amigos, los que frecuentaban la plaza,
te habían hablado de mí: “el tipo tiene diálogos frecuentes con los genios,
sólo cena con Bukowski y con alguno que otro gato del mismo pelaje,
estamos orgullosos de él, qué opinas de eso, tener un tipo así entre nosotros.
”Tú ni te inmutabas, masticabas tu chicle y retorcías la mirada,
te dormías en tus cejas, tu mente se iba a pasear por las calles vecinas,
tu cuerpo no, estaba allí como una estaca,
eludiendo preguntas sobre un mugroso intelectual,
que para ti, sólo se comparaba con los tacones de tus zapatos.
Las noches siempre eran así,
y yo durmiendo en tus pechos pequeñitos, ignoraba todo.
Por esos días estaba leyendo a James Joyce
(me mareaba en el Ulises).
Y, una que otra vez releía a Bukowski
y a García Lorca: para olvidarme que te tenía que coger.
Me gastaba la vida en freír pescados para el desayuno.
No sé porqué me obsesioné tanto contigo.
Cuando abría la ventana de mi casa, un soplo de mar me llegaba,
y yo a veces lo confundía con tu perfume, así de burro estaba.
Espartako
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