Es la rama de la Teología que se ocupa del estudio de los demonios. Está muy relacionada con la angelología.
La manifestación más importante de la demonología cristiana occidental es el Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, que demuestran, de manera sui generis, la existencia y el poder de la brujería como parte integral de la fe católica romana y de un peligro real para los fieles, aparte de ofrecer en su tratado toda clase de formas de reconocer y procesar una bruja, convirtiéndose así en el manual para procesos de brujería durante décadas.
En otro sentido, la demonología confecciona listados que intentan nombrar y establecer una jerarquía de espíritus maléficos. Así, la demonología es el opuesto de la angelología, que intenta recopilar la misma información al respecto de los buenos espíritus.
En la tradición cristiana, los demonios son ángeles caídos, así que podríamos considerar la demonología como una rama de la angelología. Sin embargo, muchas bases de datos demonológicas son conocimientos capturados a aquellos supuestamente capaces de invocar tales entidades, incluyendo las instrucciones sobre cómo convocarlos y (en el mejor de los casos) someterlos a la voluntad del conjurador. Los grimorios de magia oculta son aquellos tomos que contienen los conocimientos acerca de esta faceta de la demonología, más de una vez estudiada por aquellos que debían perseguir y juzgar a diabolistas y brujas con morboso deleite.
La existencia de una entidad sobrenatural maléfica que actúa en contraposición a la voluntad de un Dios benévolo es uno de los ejes centrales tanto del cristianismo como del Islam. Dichos credos adoptan la figura de Satán del judaísmo, que para el islamismo es Shaytán o Iblis. Es comúnmente aceptado, pero erronéo que el judaísmo recibe este concepto del Zoroastrismo, en el cual un dios benévolo conocido como Ahura Mazda se encuentra envuelto en una batalla cósmica con una deidad maligna llamada Angra Mainyu. No obstante, el Bien siempre prevalece en las religiones citadas, dejando el tormento de los hombres y pequeñas escaramuzas ganadas al Mal. Esta confrontación en verdadera igualdad de condiciones se mantiene intacta en el corpus del maniqueísmo y las doctrinas de diversos grupos heréticos como los Bogomilos búlgaros.
El Nuevo Testamento afirma explícitamente la existencia de espíritus adversos menores, así como también lo hace el Corán, si bien éste último —el denominado libro del profeta— hace mención a una tercera raza creada, (ni ángeles ni demonios), los yinnūn (plural de yinn), de carácter amoral y conocidos en Occidente como genios, aunque no siempre son malignos. El Antiguo Testamento nos presenta a Satán como un miembro más de la corte celestial de Dios, que actúa a modo de procurador, buscando el beneplácito de Dios para probar la virtud de Job, más que como enemigo de igual poder.
Esto es debido a que el mismo concepto del monoteísmo choca con la posibilidad de dos deidades de igual poder enfrentadas, así como el judaísmo proviene del mismo ámbito de influencia cultural que otras culturas semíticas (donde se incluyen la irania) y el politeísmo que compartieron hasta que fueron conocidos como el pueblo elegido y abrazaron el culto único. El territorio denominado Seol, analogable al infierno, es, de hecho, bastante moderno en la sistemática rabínica. En rigor, hay que entender al 'Seol' más en el sentido de tumba (en cuanto última morada que como el infierno.
Algunas ramas del budismo postulan la existencia de infiernos habitados por demonios que atormentan a los pecadores y tientan a los mortales, o actúan para perturbar su iluminación. También el hinduísmo contiene narraciones de combates entre dioses y una serie de adversarios, como el de Indra y Vritra. En ambos casos citados no hay una especial atención a la organización de las huestes que encarnan el Mal, por lo que no podemos hablar de demonología como tal, si bien su historia sagrada es tanto o más rica que las tres grandes religiones monoteístas.
La manifestación más importante de la demonología cristiana occidental es el Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, que demuestran, de manera sui generis, la existencia y el poder de la brujería como parte integral de la fe católica romana y de un peligro real para los fieles, aparte de ofrecer en su tratado toda clase de formas de reconocer y procesar una bruja, convirtiéndose así en el manual para procesos de brujería durante décadas.
En otro sentido, la demonología confecciona listados que intentan nombrar y establecer una jerarquía de espíritus maléficos. Así, la demonología es el opuesto de la angelología, que intenta recopilar la misma información al respecto de los buenos espíritus.
En la tradición cristiana, los demonios son ángeles caídos, así que podríamos considerar la demonología como una rama de la angelología. Sin embargo, muchas bases de datos demonológicas son conocimientos capturados a aquellos supuestamente capaces de invocar tales entidades, incluyendo las instrucciones sobre cómo convocarlos y (en el mejor de los casos) someterlos a la voluntad del conjurador. Los grimorios de magia oculta son aquellos tomos que contienen los conocimientos acerca de esta faceta de la demonología, más de una vez estudiada por aquellos que debían perseguir y juzgar a diabolistas y brujas con morboso deleite.
La existencia de una entidad sobrenatural maléfica que actúa en contraposición a la voluntad de un Dios benévolo es uno de los ejes centrales tanto del cristianismo como del Islam. Dichos credos adoptan la figura de Satán del judaísmo, que para el islamismo es Shaytán o Iblis. Es comúnmente aceptado, pero erronéo que el judaísmo recibe este concepto del Zoroastrismo, en el cual un dios benévolo conocido como Ahura Mazda se encuentra envuelto en una batalla cósmica con una deidad maligna llamada Angra Mainyu. No obstante, el Bien siempre prevalece en las religiones citadas, dejando el tormento de los hombres y pequeñas escaramuzas ganadas al Mal. Esta confrontación en verdadera igualdad de condiciones se mantiene intacta en el corpus del maniqueísmo y las doctrinas de diversos grupos heréticos como los Bogomilos búlgaros.
El Nuevo Testamento afirma explícitamente la existencia de espíritus adversos menores, así como también lo hace el Corán, si bien éste último —el denominado libro del profeta— hace mención a una tercera raza creada, (ni ángeles ni demonios), los yinnūn (plural de yinn), de carácter amoral y conocidos en Occidente como genios, aunque no siempre son malignos. El Antiguo Testamento nos presenta a Satán como un miembro más de la corte celestial de Dios, que actúa a modo de procurador, buscando el beneplácito de Dios para probar la virtud de Job, más que como enemigo de igual poder.
Esto es debido a que el mismo concepto del monoteísmo choca con la posibilidad de dos deidades de igual poder enfrentadas, así como el judaísmo proviene del mismo ámbito de influencia cultural que otras culturas semíticas (donde se incluyen la irania) y el politeísmo que compartieron hasta que fueron conocidos como el pueblo elegido y abrazaron el culto único. El territorio denominado Seol, analogable al infierno, es, de hecho, bastante moderno en la sistemática rabínica. En rigor, hay que entender al 'Seol' más en el sentido de tumba (en cuanto última morada que como el infierno.
Algunas ramas del budismo postulan la existencia de infiernos habitados por demonios que atormentan a los pecadores y tientan a los mortales, o actúan para perturbar su iluminación. También el hinduísmo contiene narraciones de combates entre dioses y una serie de adversarios, como el de Indra y Vritra. En ambos casos citados no hay una especial atención a la organización de las huestes que encarnan el Mal, por lo que no podemos hablar de demonología como tal, si bien su historia sagrada es tanto o más rica que las tres grandes religiones monoteístas.
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